Hace unos días se apagó la sonrisa de Aemed Sidibe y con ella, la kora, los yembé, los tambores… y la voz de su canto africano que nos llenaba los oídos y los sentidos. Y es que, si pensamos en él, lo que más echamos en falta es su sonrisa.
Una sonrisa que nos transmitía la paz y serenidad de un hombre que nos ha dejado un gran legado fruto de su trabajo, pues sin Aemed , no tendría sentido tanto en Plasencia como en Burkina Faso: “la tierra de los hombres íntegros”.

AeMed SiDibe MaMadou
Con su esfuerzo y dedicación, hemos conseguido tender un puente que nos ha llevado de Plasencia, con el Centro de Apoyo y Escucha, el español para migrantes… al África Occidental, enseñándonos cómo se hace y cómo se puede llegar a construir la “cooperación al desarrollo”.
Para hacer una pared de esperanza hay que levantar unos cuantos ladrillos. Uno se llama CTO : Centro de Terapia Ocupacional, que se dedica a llevar un poco de atención a un colectivo especialmente olvidado en África: los enfermos mentales. Otro ladrillo sería el Centro de Acogida a Menores Sin Recursos, otro más, el proyecto para registrar a los recién nacidos en las partidas de nacimiento ya que si no, simplemente no existen.
Entre sus logros, también están las becas de escolarización, la promoción del autoempleo de mujeres… su disposición permanente para las campañas de sensibilización en colegios, ayuntamientos y corazones ajenos. Tantos ladrillos unidos por una sola argamasa, por un sólo cemento: Su sonrisa que hoy día echamos de menos, como también anhelamos la música con la que nos llevaba a su país .
El mejor remedio para recuperar su sonrisa en nuestros corazones es continuar en su camino, con su mano tendida al que necesita apoyo, porque como decía Galeano, “Recodar es pasar dos veces por el corazón”.